
En la biblioteca infinita de Babel la
tarea del club de lectura no resulta fácil: la mayor parte de los libros son
ininteligibles (combinaciones absurdas de letras y signos gramaticales). De vez
en cuando encontramos un texto que contiene una palabra, una frase o (con
suerte) un párrafo con sentido. Deducimos que en algún estante encontraremos
alguna obra completa; quizás un clásico que ya conocemos, o quizás un clásico
que todavía no ha sido escrito. Debería existir un Manual para clubes de lectura, probablemente con infinidad de versiones y matices. Uno
de ellos debe ser el que nos conviene, aquel en el que encontraremos el sentido
de la existencia de nuestro club. La tarea nos parece inmensa, inabarcable,
desesperante; pero nos ponemos manos a la obra. Nos repartimos el trabajo: cada
cual en su habitación, sus estantes, sus obras. Encontramos libros de viajes,
textos poéticos, románticos, realistas, sucios y limpios. Nos llamamos a voces, alborozados. Comentamos
lo leído y nos interrogamos con la mirada. Seguimos buscando. La historia se
repite. Cunde el desencanto y nos sentamos cansados y perplejos.
Me despierto: “Idiota -me digo-, era solo
un relato de Borges”. Suena el teléfono: la compañía de Gas y Luz Perpetua me
ofrece un nuevo contrato de suministro de ídem con condiciones inmejorables.
Interrumpo la conversación impaciente: “No puedo atenderte, me esperan en el
club de lectura del instituto para comentar una obra de Lucia Berlin”
(explicación innecesaria). El operador dice: “Lo entiendo, a mí me encanta”. José Miguel Iglesias Rodríguez


Que comentario tan atinado para este cierre del club de lectura del curso. Nos vemos pronto para leer juntos de nuevo, es un placer.
ResponderEliminarQue comentario tan atinado para este cierre del club de lectura del curso. Nos vemos pronto para leer juntos de nuevo, es un placer.
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