Deporte, arte y literatura
El
primero fue Píndaro (pero Homero poetiza las carreras de carros; Virgilio nos cuenta la pelea entre Entelo y Niso; Horacio canta al
vencedor y también al excampeón; Séneca
se vale, para ilustrar su disertación, del juego de la pelota), que escribió
aquellas Odas triunfales a los vencedores de los Juegos Olímpicos.
Dante en el Purgatorio escribe sobre su pasión alpinista. En el Poema
de Mío Cid el torneo adquiere carácter de competición deportiva. Cervantes, en Los trabajos de Persiles y
Sigismunda, recuerda los juegos olímpicos como antecedente de lo que
sucederá en el reino de Policarpo.
Recordemos cómo Luis Camôes en Os
Lusiadas escribe sobre la natación y Luis de Góngora interpreta los antiguos juegos:
Vencedores se arrogan los serranos
los consignados premios otro día,
ya al formidable salto, ya a la ardiente
lucha, ya a la carrera polvorosa.
Mucho después
nuestros poetas de la Generación del 27
comenzaron a interesarse por la modernidad que significó el deporte, pues lo
practicaban y lo introdujeron en sus primeros libros. Allí encontramos
regatistas, tenistas, nadadores, boxeadores o futbolistas.
Muchos
dicen que el deporte es una escuela de vanidades, pues se mide el éxito por el
fracaso de los demás, pero también ha sido una escuela para los artistas de
todo tipo; así, el automóvil, la bicicleta y el aeroplano no sólo cruzan
caminos y cielos sino también llenan las páginas de los libros cuando estallan
las vanguardias artísticas, especialmente el Futurismo. La idea del barón Pierre
de Courbetin de resucitar las olimpiadas despierta el interés de los
artistas. Los juegos se adornaron con juegos literarios y artísticos, para que
al cuerpo del deportista le acompañe la sombra del artista. Recordamos a Luis Buñuel golpeando un saco de arena
o a Lorca con un jersey de tenista.
Y por eso
traemos aquí, ahora que se celebra el encuentro entre la Ciencia y el Deporte en nuestro IES, estos poemas y esas imágenes
que les acompañan para decir que el deporte ha estado siempre al lado de las
artes, especialmente de la literatura. Esa es su sombra.
Recordemos
aquellos versos de la Sátira X de Juvenal que tan mal se entienden hoy, incluso en Roma, que lo
tomaron como una broma. Se trataba de orar, el orar latino, claro, para que
tuviéramos una mente equilibrada en un cuerpo también equilibrado, sano. Tal
vez debamos entenderlo al revés: una mente sana, equilibrada, nos dará un cuerpo sano, equilibrado; y es
entonces cuando se alzan las palabras: orar. Y huir del miedo a la muerte. Que
las palabras la espanten:
orandum est ut sit mens sana in
corpore sano.
fortem posce animum mortis terrore carentem,
fortem posce animum mortis terrore carentem,
(Se debe orar que se nos conceda una mente sana en un
cuerpo sano.
Pedid un alma fuerte que carezca de miedo a la muerte,)
Pedid un alma fuerte que carezca de miedo a la muerte,)
Por eso os
ofrecemos algunos textos, para mostraros cómo nuestros contemporáneos tuvieron,
tienen, interés por los deportes. No dejemos de leer el poema “Platko” de Rafael Alberti, o la “Elegía
al guardameta” de Miguel Hernández
o el fragmento de Young Sánchez de Ignacio
Aldecoa.
César L. Nogales (Departamento de Lengua castellana y Literatura)
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