sábado, 10 de marzo de 2018

Aurora Luque, en el Aula José María Valverde.


Nuestro compañero César Nogales, que se encargó de presentar a la ¿poetisa o poeta? Aurora Luque tanto en la sesión matinal en el IES Al-Qázeres como en la sesión de la tarde en el Palacio de la Isla, nos habla así acerca de esta escritora:

El pasado día 1 de marzo, cuando llegaron las lluvias y el viento, estuvo con nosotros Aurora Luque.
Y esto se lo debemos al Aula José María Valverde, que es posible también gracias a la Asociación de Escritores Extremeños, a la Facultad de Letras de la Universidad de Extremadura y al profesorado de lengua castellana y literatura de los IES de Cáceres.

Estoy seguro que hoy también gracias al profesorado de cultura clásica, al de Griego, como hace unos días al de Artes plásticas y otros antes al de música, con la presencia entre nosotros de Luis Pastor y de Omar Pimienta.

Dijo en algún lugar Aurora Luque: “soy amiga de mis poetas e intento devolverles el favor que me hicieron al escribir sus versos: los traduzco o los edito o los presento a mis alumnos o los meto en mis poemas”. Y eso es lo que queremos hacer nosotros: entregar la voz de Aurora Luque a nuestros alumnos, para pagar una deuda, para hacer justicia, poética, claro, para que la poeta que llegó a nosotros con Problemas de doblaje, su segundo libro, esté siempre entre nuestros alumnos, y con ellos crezca. Y tal vez esa sea la única tarea importante que tenemos los profesores que enseñamos literatura: hacer que nuestros alumnos, las chicas y los chicos que se sientan en nuestras clases, sean lectores gozosos. Que la lectura sea parte de su vivir, de su modo de vivir, que no es mala manera.


Y la verdad, nuestras experiencias ya nos están enseñando a desmentir esas frases que dicen que nada les interesa a los jóvenes. Les interesa a los jóvenes de ahora lo mismo que nos interesó a los jóvenes de entonces: nos interesa lo que habla de la vida, y lo que habla del amor y de la muerte y de ayer y de mañana. Les interesa lo que interesa. Sabemos que es fácil pues desde ya hace algunos años leemos poemas suyos, de Aurora Luque, en clase. A principio de curso, sin que todavía supiéramos que estaría con nosotros, su Epitafio, aquel poema de Transitoria del año 98 del pasado siglo y que homenajeaba varias veces a Jaime Gil de Biedma y a la cultura grecolatina, pero también a Joan Vinyoli o a Panero, pero también a Jorge Manrique. Este poema, como todo buen epitafio, no es mala manera de resumir su obra. Una vida entre el ahora y el entonces. Diálogo con la tradición. La poesía el diálogo del hombre con su tiempo, decía, decimos, Machado. Pues no: el diálogo del hombre con el tiempo, pues todo tiempo, en algún modo, es nuestro, y así poder construir unas alas para Ícaro con materiales de nuestro tiempo.

Y vivir el instante (carpe diem es coge todo el día, todo, también la noche, es vivir con intensidad, vivir el instante al máximo, como afirmación de la vida, como libertad creadora, creativa mejor, como voluntad de explorarse a sí misma.


Aurora Luque nació en Almería, vivió en Cádiar, cuya pedanía es Narila, que luego encontraremos en sus versos (no sólo en los haikus) y en su otra obra.

Es filóloga clásica y en ese afán de hacer la justicia poética de la que hablábamos antes escribió su tesis sobre la poesía femenina griega, y así visibilizar a escritoras que todos debíamos conocer. Por eso hoy nos ha dado a conocer los Sonetos y elegías de la poetisa renacentista Louise Labé y los Poemas y Nocturnos de la simbolista Renéc Vivien. También ha editado a la cubana Mercedes Matamoros (El último amor de Safo); a la dramaturga ilustrada malagueña María Rosa de Gálvez y a la humanista Luisa Sigea o a la diplomática Isabel Oyarzábal.

Gracias a ella también conocemos los 25 epigramas de Meleandro de Gádara.
Y por ella hemos leído Los dados de Eros, que es una magnífica antología de poesía erótica griega.

Están con nosotros los Poemas y Testimonios de Safo.

Además nos ha entregado de la poeta griega moderna María Lainá sus Nueve poemas, además de Los estuches de las células.

También Taeter morbus. Poemas a Lesbia de Catulo. A esto es a lo que nos referíamos cuando decíamos aquello de devolver un favor. Y entre todas estas justicias la magnífica antología Aquel vivir del mar. El mar en la poesía griega. Es la primera antología dedicada a este tema. Leer a la traductora es leer a la poeta, que la traducción es hermana carnal de la creación poética. Dice en el poema Gel:

Dependo de por vida
de una droga.
De Grecia.

Ya lo ven. No sólo estuvo con nosotros una poeta sino también una traductora, investigadora y crítica literaria. Por eso, por oscuras razones, en mi casa los libros de Aurora Luque están últimamente al lado de los de Jaime Siles.
No olvidemos su labor en la colección MaRemoto (que no sabemos cómo decir) que nos trajo treinta y tantas voces de autores de otras culturas. O la dirección del Centro Cultural de la Generación del 27, o los Cuadernos de Trinacria, o la editorial Narila.

En el cuadernillo lo dice, pero lo recordamos ahora: con Hiperiónida ganó el Premio Federico García Lorca; era el deseo de ser hiperiónida, hija de Hiperión, el que camina en las alturas, como lo era Helios (el sol) y su hermana Eos, que no es otra más que la Aurora.

Con Problemas de doblaje el accésit del Premio Adonáis; es el libro de lo quotidianus, de lo cotidiano, de lo efímero, lo que tiene el día.

Con Carpe noctem llega el Premio Rey Juan Carlos.

Y con Transitoria es finalista del Premio Rafael Alberti y Premio Andalucía de la Crítica.

Con Camaradas de Ícaro obtiene el Premio Fray Luis de León y allí están las desmemorias (no bebáis en el Leteo, que sus aguas provocan el olvido), el amor y la muerte, el fracaso y la celebración de la lealtad.

En el poemario La siesta de Epicuro, Premio Generación del 27, encontramos una auténtica reinvención de lo clásico. Atentos, muy atentos a Lesbia hoy en el que nos habla de los besos que nos aturden con los focos de la fama, con los flases de los paparazzi. Y allí están las sombras, mezclándose lo culto y lo cotidiano, rozando lo conversacional, donde hay una modernización del lenguaje poético con reminiscencias clásicas. Y todo con un tono épico lírico, y con ironía, y de su mano viene la tristeza.

O el poema Ocio y el nec otium, no huye de la actualidad ( o en Senatus hispanus): que le viene preguntar a qué esperas Lesbia para morirte ya, junto al bronceado de Zaplana, y un beato Acebes, que ya tan olvidados están, por eso le pregunta a qué estás esperando Lesbia para morirte). En estos poemas hay una frivolidad desdramatizadora, como lo dice José Luis García Martínmuy interesante que nos hace sonreir y una mueca torcida en nuestra boca.

En el poema Vejez se nos habla de cuando los cuerpos no anhelan, no cuentan ya. Leedlo, si no habláramos en serio, diría que me tiemblan las carnes.

Alguien, Aguado quizá, dice que su poesía es insumisa. Sí, lo es porque sus palabras lo son, y para ello los mejores aliados: el mito, el mar, la noche. Allí el mito se convierte en conciencia.

Su obra está en numerosas antologías personales (Carpe mare, Las dudas de Eros, Portuaria, Carpe verbum y Carpe amorem). Nosotros os invitamos a leer Médula. Antología esencial. Y también en las más interantes antologías de poesía, especialmente las dedicadas a las poetas.

Y si sois del gusto leed los Haikus de Narila, que ahora tenemos editados junto a Portuaria. Estos haikus, que ya no son un préstamo como cuando aprendíamos a leerlos en Octavio Paz, que Tablada era para nosotros un desconocido, que son microbucólicas con el gozo de la contemplación de la naturaleza, el epicúreo elogio del instante, aunque también están presentes el miedo, la injusticia, y algún dolor. En este tiempo en el que las estaciones dimiten de sí mismas, enero quema.

No olvidéis la lectura de Personal & político, con esos poemas más narrativos y continúan las referencias clásicas junto a sentimientos de malestar personal. Hay un carpe diem que juega a lo Ronsand y sus rosas. Leed el poema spa que nos ofrece un seguro para el gozo o en otro que nos miran de soslayo. y el Cuaderno de Flandes y otros poemas.

De 2016 es Los limones absortos. Poemas mediterráneos, su última antología poética que nos habla de unos limones, único privilegio de los pobres en un mediterráneo que está tan lleno de voces que todas, todas, silenciosas, estallan en la luz de los limones que nos alumbran desde un portón.

Hay una anécdota que he leído en algunos sitios. En una edición de los Cuentos de la Alhambra de Washington Irving que había en su casa, de Crisol tal vez, se hablaba de que una mujer se ponía en el cuello una sarta de ricas perlas orientales. Después leyó el mismo cuento en otra edición en la que sólo se hablaba de un collar. Dice Aurora Luque que “las perlas se habían vuelto mudas, habían perdido su tintineo, el roce suave del nácar de sus erres. Toda una catástrofe”. Eso es la poesía. La palabra que construye perlas con gotas de rocío como ella hace en los haikus. Esa es La extraña industria (2008) que nos ofrece la poesía de Aurora Luque.

La presencia del mundo antiguo griego en su percepción del presente. Y el nuevo interés por lo oriental en su personales haikus. Pero también en otras páginas. Nos acordamos del poema Cosecha:

Recoge la cosecha de los días
su cereal, su polen,
sus bayas invisibles, sus cortezas amargas,
su reseca raíz, sus vainas huecas,
su escasísima pulpa azucarada.
En las cuadradas cajas pon la fruta
selecta que le agrada a la memoria.

Y en esas cajas guardaremos todo lo que a la memoria le es grato, que es otra manera de atrapar el tiempo. Nuestro tiempo.

Ruiz Noguera lo ha dicho en alguna página y nosotros lo repetimos aquí: a la poesía de Aurora Luque acuden siempre, siempre la Grecia clásica y el ahora de hoy. En Personal & Político encontramos su poema Realismo en el que nos habla de amores truncados, del loco deseo, de la ciega vida que nos hace desear la juventud, o la belleza envidiada. Como nuestra vida. Y encima el único final feliz es el de Ulises.

Acude a su poesía toda la literatura para barrer la basura petrarquista y nos ofrece palabras “hondas para romper los espejismos / de las formas dañinas del amor”. Y a su obra llega el deseo.

Dice Aurora Luque que desear es llevar el destino del mar dentro del cuerpo.

Pero de deseo, y de literaturas y de grecias podemos estar llenos todos, si es que acaso no lo estamos. Lo que importa es la palabra, la palabra poética, la palabra culta (qué cercana veo la poesía de Aurora Luque a la de algunos mayores que ella: Jaime Siles, José María Álvarez) y la de los poetas de la experiencia que tanto se nombran y que se formaron en Granada junto o cerca de ella (Álvaro Salvador, Luis García Montero, Javier Egea, que nos dejó sin que acabara el siglo). Pues en ella, en Aurora Luque, ambas coinciden. Lo podríamos llamar culturalismo vitalista. Y la palabra es capaz de aclarar los días turbio, vaya que si la aclara. Y para esas tres vías el viaje. No olvidados el haiku:

El caminante sube
La acequia baja
El álamo susurra un comentario

Aurora Luque pone ante nuestros ojos la presencia del mundo antiguo griego en su percepción del presente, para enseñarnos a vivir entre el ahora y el entonces, y así dialogar con la tradición y de este modo generar nuevas alas para Ícaro. Una alas que están hechas de los mismo: horas de placer, briznas vívidas de los asombros de la infancia, las “palabras sacudidas por latidos” (dice en el haiku Poeta: Como la hormiga / perforando los límites / de su hoja) y pagar facturas de abismos; y vivir el instante. En su poema El día nos lo dice:

No corras tras el día.
Si no lo acosas puede
Que se tienda sumiso
De noche en tu regazo.

La vida, en su plenitud, y construir nuevos laberintos. Nunca sin la melodía de la palabra, que de la mano de Luis Cernuda reza una Plegaria en la que su voz suplica siempre / al dios que abra la puerta del acorde. O en la Desolación de la Sirena que nos recuerda aquella Desolación de la quimera de Cernuda, en el que las sirenas grecolatinas se enredan con el ruido atroz de la muerte.

Cernuda, al que ella llama maestro, que celebró con ella también la belleza de lo griego.

Pero no sigamos hablando de las sirenas como no lo haga ella, Aurora Luque, que están también en su poema Tango2, y en Eau de Parfum y en otros muchos. Y por eso nos dice que ningún poema vino nunca a ella sin música, y diríamos sin olas, sin las olas del mar que se llevan las miserias.

Pero la poesía de Aurora Luque es densidad poética. Frente al carpe diem, carpe noctem, que no es una antítesis, sino una amplificación. Es la estética de la dilatación del presente, como ella lo dice en La siesta de Epicuro. Es llevar a sus últimas consecuencias el arte de vivir, o de morir, o de escribir. Gozar el instante sin desaprovechar nada, desechando viene a decirnos la ambición de eternidad o el mundo tal y como nos constriñe.

Sí, posiblemente esta literatura de Aurora Luque es la literatura del instante, llena de silencios, de ironías,

El río Eros.
¿Cómo podré cruzarlo?
¿Clases de natación?

El río Tánatos.
¿Cómo vas a cruzarlo?
¿Traes bastón?

y de palabras, palabras como cuchillos, no cuchillos no, cuchillas, que rasgan los velos del silencio poético. Y todo ellos junto. Nos dice en algún lugar que por qué elegir entre la flauta y el órgano.

Sabiendo que la palabra, los poemas, los gestos, la voz de Aurora Luque nos acompañarán en un instante eterno, nosotros decimos carpe noctem, Aurora Luque.

1 comentario:

  1. Invitación a leer abrumadora, urgente, insoslayable. Gracias, César. Emilia Oliva

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