miércoles, 1 de febrero de 2017

Sara Mesa en el IES Al-Qázeres



El pasado 20 de enero visitó nuestro centro, dentro de las actividades del Aula José María Valverde, la escritora Sara Mesa. Nuestro compañero César Nogales, que se ocupó de su presentación tanto la tarde del jueves en el Palacio de la Isla como la mañana del viernes en nuestro centro, ha escrito para todos nosotros lo siguiente:

"Sara Mesa es sevillana de Madrid. Filóloga además de periodista, profesora de lengua castellana y literatura, trabaja ahora en el Consejo Audiovisual de Andalucía. Y estuvo con nosotros, en las actividades del Aula José María Valverde. Y fue un éxito. Y los alumnos preguntaban y preguntaban interesados, sobre la escritura, sobre los temas, sobre el oficio -que es un oficio- de leer. Sobre el oficio de vivir. Sobre los personajes, sobre la poesía y para qué la poesía, sobre el alma de los personajes que parece que no tienen alma, sobre cómo hablan, sobre como viven, sobre para qué lo hacen.
Y es muy galardonada y bien galardonada, Sara Mesa es una escritora potente, potentísima, pues su escritura levanta el vuelo. Y llega arriba, arriba, desde el lodozal.
 Así, en 2007 ganó el Premio Nacional de Poesía Miguel Hernández con su poemario Este jilguero agenda.  Arranca de un poema de Francisco Pino, tan olvidado antes de muerto, en el que cuenta cómo encontró un listado de cosas que había que hacer escrito por su mujer fallecida. Esa era la agenda (cosas que hay que hacer) y le pareció que la fallecida levantaba el vuelo, ante su nota, como un jilguero. 
 Así, en este poemario se aúnan naturaleza (jilguero) y tiempo (agenda), y cobran unidad en un libro que hablando de tantas cosas, lo hace especialmente sobre la palabra, sobre la necesidad de nombrar la realidad. Amamos, lo sabemos por sus poemas, y cuando lo hacemos nombramos el amor, los sitios de amor. Y si no hay palabras sólo hay desolación. La desolación de lo que sólo podemos construir con palabras. Es un poemario, no un libro de poemas, un poemario que gira, y crece, y vuelo, y cae, como giran y crecen y vuelan y caen las cosas, y por eso nombramos la realidad y así sabemos si es más real el vuelo que la ciénaga, la luz que el silencio. Y así buscar las palabras para encontrar la libertad o no haber más que prisión, celda o jaula. Este libro, metáfora de una poética para la vida.
 Es Sara Mesa una escritora vigorosa, que indaga sobre el yo lírico, y sobre el amor y la belleza, que nos sube por la piernas. Aunque a veces no reconozcamos las palabras que se dicen en otras ciudades, ciudades tal vez como la Cárdenas de inventa para nosotros Sara Mesa, y así también olvidamos nuestro nombre, y decidimos que las palabras -furtivas- hay que buscarlas en la cantera -que es el taller del poeta, y así tallarlas de nuevo para que coman en nuestra mano como un perro manso. 
Y luego volvemos a la ciudad, y nos encontramos a los personajes -como los de El trepanador de cerebros-  que parecen todos de apariencia disparatada, o a la misma ciudad en que nos nos cuenta la historia de Mármol, aquel muchacho pelirrojo que se suicidó, y se nos habla sobre ella dice, la escritora del cuento, que siempre escribe sobre lo mismo, “más o menos” sobre cosas normales, o sobre cosas que se inventa o que recuerda, o que no sabe si recuerda, o cosas que suceden en la vida que es un laberinto y es tentador perderse en las afueras o deambular por esa masa de hormigón y plástico que es el centro comercial. Donde la vida es un caos y donde siempre reside la culpa o la humillación o la seducción o el poder o la soledad, en una habitación de la última pensión, lejos de todo, y allí encontrar el amor o algo que se le parece, o el fingimiento y el silencio. O en la casa donde una voz amenazante nos dice que vamos a matar a tu padre. ¿Qué es eso que nos amenaza desde la infancia?.
 A Sara Mesa le llueven premios, como el de Cuentos ilustrados de la Diputación de Badajoz, con La sobriedad del galápago, y con Rechi y Julia y Daniel Cruces y el suicidio y una mantis religiosa puntual, virtual, real y de plástico y robar para todo lo que el robo nos permite, para seducir, o ejercer el poder. Pero tenemos una Cicatriz que escondemos y Knut -sí, sí como el escritor que avergüenza haber leído- y Sonia, atrapados ella y él, como los lectores prisioneros también de algo que es más fuerte y más grande que nosotros. Y el consumo, y los grandes edificios vacíos, y ese gran parking y las … todos esos temas, todas esas sobres que crecen y crecen en sus libros hasta volar bien alto. Potente es Sara Mesa, sí, potentísima.
 Y todo ello escrito con Mala letra, con la mala letra de una voluntad rebelde, a las traiciones, a la fea cicatriz, una realidad que nos empeñamos en descifrar. Así es la vida. Así la soledad, así nosotros. Para saber que queremos escapar, para saber qué decirles a hora a las tías y saber que papá es de goma mientras los pingüinos se tiran en trineo por la nieve, pobre Daniel, ahora que todo ha acabado, que todo acaba, pero un hombre que nos conoce, vaya si nos conoce, nos dice que la suerte es para mañana, para mañana, que ayer, ahora lo sabemos, es otro día.
 Pero ahora el mundo sigue latiendo con tranquilidad, cuando todo parece acelerarse, porque es posible que nosotros no tengamos culpa, ni siquiera de nuestra culpa, porque el mundo es impasible ante cualquier cosa que suceda por inusual, horrible y cruel que esto sea. Un mundo que no tiene ya mucho que ver con nosotros.

            Y sin embargo, hay que contarlo".

CÉSAR LUIS NOGALES HERRERA













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