lunes, 9 de junio de 2014

EL ARTÍCULO DEL MES: JUNIO DE 2014

Este último mes de curso (que por fin llegó !!!) el artículo del mes de junio nos trae al siempre didáctico Jose Antonio Marina con un artículo de su libro "La educación del talento".
En él se dirige especialmente a padres y educadores para ayudarles a buscar ese "talento" flexible que aprende continuamente y se adapta al continuo cambio del mundo actual. Espero que os guste.

Gema Redondo



LA EDUCACIÓN DEL TALENTO

¿Y ESTO SE PUEDE APRENDER?


¿No es el talento una cualidad heredada? La polémica entre herencia y educación es muy antigua. Es evidente que los niños nacen distintos, con características diferentes. Pero según la opinión científica más ampliamente aceptada, la inteligencia depende a partes iguales de la herencia y de la educación. Y eso, en un niño sano, deja abierto mucho espacio de juego. No todos nacen igualmente dotados, pero lo importante es que desarrollen al máximo sus capacidades.
Suelo contar a mis alumnos más jóvenes que la inteligencia humana se parece mucho al juego de póquer. Tanto en la vida como en el juego se nos reparten unas cartas que no podemos elegir. Genéticas, sociales, económicas, en un caso; naipes, en el otro. En ambos casos hay cartas buenas y cartas malas, y no hay duda de que es mejor tenerlas buenas que malas. Pero ahora viene la pregunta importante: ¿gana siempre quien tiene las mejores cartas? No. Gana quien juega mejor con las que tiene. Eso es lo que podemos hacer mediante la educación: enseñar a jugar bien. Todos deberíamos hacernos una pregunta: ¿por qué, si los seres humanos somos tan inteligentes, hacemos tantas tonterías? Ser el único animal que tropieza diez veces en la misma piedra es un dudoso honor. Saber usar bien la inteligencia es nuestro gran poder.
El objetivo de este libro es explicar cómo funciona esa inteligencia práctica, no para detenernos en el conocimiento, sino para extraer de él conclusiones educativas, para gestionar mejor nuestras propias vidas. […] Si reflexionamos sobre nosotros mismos, veremos la conveniencia de pensar en nuestra inteligencia como dividida en dos niveles. El primero de ellos es es una gigantesca sala de máquinas, donde se trabaja continuamente con la información que se recibe y con la que se tiene almacenada. En ella se producen sentimientos, ideas, deseos, que se hacen conscientes y acceden al nivel superior, donde son evaluadas por un sistema evaluador que las acepta, las rechaza, bloquea el paso a la acción o actúa. Para hacerlo, necesita utilizar distintos criterios de evaluación.
Al primer nivel de la inteligencia, a esa maravillosa fuente de ocurrencias, […] prefiero llamarla inteligencia generadora, porque es la fuente, la matriz de toda nuestra vida consciente. Al segundo nivel, es decir, a la inteligencia que supervisa, evalúa y dirige la acción, la llamaré, siguiendo la terminología habitual en neurociencia, inteligencia ejecutiva.
Éste es el núcleo de mi teoría de la inteligencia y del programa educativo que expondré en esta colección. Nos permite situar con precisión nuestros objetivos educativos. Cualquiera que sea el hábito que deseemos fomentar, podremos referirlo a uno de los dos niveles de inteligencia. Si queremos educar las buenas ideas, el pensamiento creativo, el mundo afectivo, el optimismo o pesimismo, la motivación, nos estamos refiriendo a la inteligencia generadora. En ocasiones, los pedagogos dirigen a padres y docentes consejos que no hacen más que hacerles sentir culpables: “hay que despertar en el niño el deseo de aprender”, “es preciso fomentar la autoestima”, “es necesario que sepa resolver los problemas con creatividad”, “conviene que se enfrente al futuro con optimismo”, etc. Todas esas son respuestas afectivas que no podemos transferir al niño, que deben emerger dentro de él, que brotan de su inteligencia generadora. La educación se convierte, por lo tanto, en “educación de la inteligencia generadora”.
En cambio, otras veces deseamos que que el niño o el adolescente no sea impulsivo, que sea capaz de mantener el esfuerzo, que dirija su acción mediante proyectos bien pensados, y que sepa regular sus emociones y actuar libremente. Estamos hablando de la inteligencia ejecutiva. El segundo gran objetivo es la educación de esta inteligencia y de los criterios que han de guiarla. […]
¿Quién no va a querer tener ideas brillantes, sentimientos animosos y alegres? ¿Quién no querría tener la valentía y perspicacia para proponerse metas adecuadas, y tenacidad e ingenio para alcanzarlas?
La educación se convierte en la gran esperanza.
“La educación del talento”.
Jose Antonio Marina.

No hay comentarios:

Publicar un comentario