“Salir del armario” no es tarea fácil.
Las series, las películas y los libros lo hacen ver como
un simple paseo, tan fácil que uno quiere que también le pase de esa manera. La
realidad es otra, este pequeño acto se convierte en una batalla, una que a
muchos les parece una tontería, pero que para otros es el más bonito de los
triunfos.
El primer paso es entender qué está pasando, uno no se
levanta un día y decide cómo es, sino que tardas un tiempo, en el cual te cuestionas qué está mal contigo hasta que te das cuenta de que todo contigo esta perfecto y
que, a lo mejor, lo que está mal es lo de alrededor. Aprendes a aceptarte ya que,
pase lo que pase, tú siempre estarás contigo. Luego pasas a buscar referentes
que te den fuerzas a seguir adelante, bueno, eso lo hace todo el mundo. Al
principio te desesperas ya que no encuentras a nadie, pero si te fijas bien, en
la historia se habla de la gente como tú, pero que hasta ahora no te habías
parado a mirar. Eso siempre te da seguridad, ya no estas tú, sino que hay más. Esto
no quita el estrés, los llantos y la ansiedad que puede provocar el aceptarse a
uno mismo y el nunca ser capaz de poder expresarse o hacerlo todo tan rápido
como te gustaría. No desesperes cada cosa va a su tiempo y esto solo es la
mitad del camino.
Poco a poco te vas preparando para el
campo de minas que llamamos sociedad, lentamente vas afianzando el terreno.
Primero cambias el exterior para estar bien con el interior. Luego comienzas a
notar todas aquellas batallas ganadas y las sientes como si fueran tuyas. Te
comienzas a apoyar en amigos y familia que, al momento de contarles, no haces
más que temblar de miedo (o emoción), aún sabiendo que tienes la suerte de que
te aceptarán tal y como eres porque, en realidad, no has cambiado nada.
Finalmente te das cuenta de que has ganado la batalla y
que es verdad. “Salir del armario” no es tarea fácil pero que si vale la pena
hacerlo. Llegaste a la cima y solo queda ir cuesta abajo.
ÁLEX
2º Bachillerato Artes Plásticas
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