domingo, 12 de enero de 2014

LA LITERATURA EN 2013



DAVID NARGANES ROBAS:

LECTURAS PARA OLVIDAR (AUNQUE SEA UNOS INSTANTES PORQUE LA CRUDA REALIDAD VIVE CON NOSOTROS Y LA OÍMOS RESPIRAR AL LADO INTENSAMENTE TODOS LOS DÍAS) UNA CRISIS INTERMINABLE Y TRÁGICA.

1.- La narrativa en castellano: Intemperies y Orillas.
La novela en lengua castellana en este año ya concluido dibuja un panorama de encuentros y desencuentros. Las novelas “de verdad”, empapadas de sensibilidad y de buena escritura, alternan en las listas de los críticos de este país con otras cuyas campañas de marketing han sido tan completas y tan costosas que parecen falsamente novelas “de calidad”. Hablo de lo de siempre: de intereses económicos tan conocidos como reales que manipulan y engañan al lector poco solvente.
Dos novelas, a mi parecer, destacan sobre todas las demás. En orilla, de Rafael Chirbes, un extraordinario relato sobre la decadencia de un mundo progresivamente degradado sobre los restos de la  euforia inmobilliaria, e Intemperie, del sorprendente Jesús Carrasco, obra que presenta un mundo rural de excepción, por lo original, a medio camino entre la mejor tradición de Delibes y la novela-western de MacCarthy.
Junto a ellas he de destacar Sed de Sal, novela del siempre admirado Hidalgo Bayal, ambientada en una especie de pesadilla kafkiana en la que el hombre se muestra perfectamente insatisfecho en busca de la felicidad y Las reputaciones, la gran sorpresa del año, de Juan Gabriel Vasquez, seleccionada por el New York Times como una de las 100 mejores novelas del año, en la que se narra el derrumbe personal del  periodista Javier Mallarino.
Otros dos autores ocupan, a mi parecer, el tercer escalafón de las producciones narrativas del año. El siempre sorprendente Isaac Rosa firma La habitación oscura, lugar cerrado que se convierte en un hábitat donde los protagonistas se reconocen derrotados mientras añoran otra época de libertad (buena metáfora de la realidad actual). Y Eloy Tizón, para algunos uno de los más dotados creadores de relatos del país, nos sorprende con Técnicas de iluminación, obra que no se ajusta a los cánones tradicionales, en la que las acciones son sustituidas de forma excepcional por las sensaciones.
A continuación aparecen algunos nombres clásicos que se recuperan para la buena literatura. Vargas Llosa nos presenta un relato bienhumorado y realista dentro de los cánones de la narrativa popular y folletinesca en El héroe discreto. Manuel Longares rinde homenaje, a través de la hipérbole grotesca, ácida, tierna y divertida, a la pobre gente de la transición que claudica de sus esperanzas en Los ingenuos. En el mismo marco histórico se sitúa la novela de Marta Sanz Daniela Astor y la caja negra, repleta de personajes y acontecimientos reales. Eduardo Lago reaparece en la escena literaria con una novela de negros literarios y reflexiones sobre la literatura con flecos de humor; su título, irónico, es todo un presagio sobre el carácter de la novela: Siempre supe que volvería a verte.
Otros libros destacados, muy cercanos en calidad a los ya citados, son El camino de Ida, de Ricardo Piglia, Contarlo todo, de Jeremías Gamboa (una auténtica y deliciosa sorpresa), Las lágrimas de San Lorenzo, de Julio Llamazares, La ridícula idea de no volver a verte, de Rosa Montero y El francotirador paciente, de Pérez Reverte. Y entre las novelas dignas de atención, por ser primeras obras, destacan Por si se va la luz, de Lara Moreno, La mala luz, de Carlos Castán y Los combatientes, de Cristina Morales.
En la otra orilla, no la Chirbes, se sitúan otras narraciones que habrá que sopesar con el paso del tiempo. Gonzalo Torné con su tercera novela, Divorcio en el aire, indaga en las profundidades de la condición humana mediante la literatura, reflexionando sobre la dificultad que conlleva el paso del tiempo y la irreversibilidad del mismo. Luisgé Martín, en La misma ciudad, habla sobre el mítico 11 de septiembre y el camino de salvación personal del protagonista. Santiago Lorenzo, en Los millones, establece una relación divertida y nostálgica con la literatura, que hurta en el absurdo y profundiza en una sociedad que aún no es moderna, o al menos no se muestra como tal. José Carlos Llop, en Solsticio, revive el clima de su infancia a través de imágenes perdurables de un mundo feliz que sólo es posible a través de la literatura. Jesús Cañadas, en Los nombres muertos, escribe una novela donde cabe el thriller, el terror, la ciencia-ficción, todo ello a caballo de un viaje frenético y alucinado donde caben desde el interior del escritor hasta las conexiones con el nazismo. Y por fin Marc Pastor, en Bioko, nos propone una mezcla de novela de aventuras, misterio científico y ficción histórica, que propone una sutil alternativa a la novela histórica.



2.- La narrativa en otras lenguas.Calidad y provocación.
Canadá, de Richard Ford, es una buena muestra del desvalimiento del presente a través del desarraigo, los paisajes herrumbrosos, a través de una intriga intimista y turbadora. Enmanuel Carrère nos presenta en Limónov, la historia de un hombre carcomido por las contradicciones que le superan en un ambiente represor. La galardonada Alice Munro asombra, en los 10 relatos que componen Mi vida querida, la vertiginosidad  con que se resume una existencia y la puntería con que enfoque sus momentos clave, mostrando una luminosa dimensión humana, con las pérdidas y dolores que la existencia conlleva. Jean Echenoz plasma en 14 la catástrofe desencadenada por el hombre a través del horror bélico, la muerte, la devastación y las mutilaciones en un tono de buena literatura. Ian McEwan atrapa y nos sorprende en Operación Dulce con su sutileza y su ironía. Jeffrey Eugenides que ya sorprendió con sus dos novelas anteriores,  nos muestra, en La trama nupcial, a partir de la figura de una joven ingenua, Madeleine Hanna, una delicada aproximación posmoderna a la novelística sentimental y decimonónica, preguntándose si en el altar se consagra o se sacrifica. David Vann nos cuenta en Tierra la historia de un joven que vive con su madre en una relación llena de ira. Carácter diferente muestra Edward St. Aubyn en El padre, trilogía de su ciclo autobiográfico, donde se narra una historia de incesto, pederastia y drogadicción en el seno de la clase alta británica. Y Jonh Irving nos muestra de nuevo en Personas como yo una fascinante historia sobre el deseo y la identidad sexual que recorre más de medio siglo.
Caso especial es el de Jöel Dicker cuenta, en La verdad sobre el caso Harry Quebert, una historia llena de suspense, con múltiples calcos de Philip Roth o Nabokov, pero que no deja de ser una obra de laboriosa ingeniería que conduce a una cierta sensación de artificio, propia del best-seller.

LIBROS DEL AÑO 2013. NARRATIVA NECESARIA.

A).- Literatura en lengua española

J. Carrasco: Intemperie. Seix Barral.
R. Chirbes: En la orilla. Anagrama.
G. Hidalgo Bayal: Sed de sal. Tusquets.
E. Lago: Siempre supe que  volvería a verte.
M. Longares: Los ingenuos. Galaxia Gutemberg.
I. Rosa: La habitación oscura. Seix-Barral.
M. Sanz: Daniela Astor y la caja negra. Anagrama.
E. Tizón: Técnicas de iluminación. Páginas de Espuma.
J.G. Vasquez: Las reputaciones. Alfaguara.
M. Vargas Llosa: El héroe discreto. Alfaguara.

B).- Literatura en otras lenguas

E. Carrere: Limónov. Anagrama.
J. Dicker: La verdad sobre el caso Harry Quebert. Alfaguara.
J. Echenoz: 14. Anagrama.
J. Eugenides: La trama nupcial. Anagrama.
R. Ford: Canadá. Anagrama.
J. Irving: Personas como yo. Tusquets.
I. McEwan: Operación Dulce. Anagrama.
A. Munro: Mi vida querida. Lumen.
D. Vann: Tierra. Mondadori.
E. St. Aubyn: El padre. Mondadori.











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