El
tiempo … esa magnitud física que nos permite secuenciar sucesos, establecer qué
es pasado y qué es futuro, qué es mañana y qué fue ayer … Una magnitud física que el ser humano tan
sólo puede nombrar pero que no puede controlar, o eso pensábamos hasta que, por
azares del destino, a la ciudad de Cáceres, o más concretamente, al IES
Al-Qázeres llegó MILESTONE PARK.
Por
casualidad, llegó a mis manos una entrada que me permitiría asistir a uno de
los eventos más importantes del milenio, que marcaría un antes y un después en
la historia de la humanidad.
Un
año más, el Al-Qázeres vuelve a superarse en su IX edición de La noche del
Al-Qázeres, este año de la mano de MILESTONES PARK, un evento que parece sacado
de la serie de El Ministerio del Tiempo que promete sorprendernos con un viaje
al pasado que recorrerá algunos de los momentos más importantes que han marcado
nuestra historia.
El
día de la inauguración aguardé, junto con otras 179 personas, a la entrada del
centro esperando a que llegara la hora en la que este abriera sus puertas.
Cuatro hombres vestidos con traje de chaqueta,equipados con maletín y chistera
subieron las escaleras a escasos minutos de comenzar para darnos pase a todos
aquellos que habíamos sido seleccionados para asistir al evento del siglo. Tras
bajar las escaleras fuimos tomando asiento en las sillas dispuestas frente a la
gran pantalla de cine, que nos mostró un pequeño resumen de aquello que
estábamos a punto de vivir. Tras acabar el visionado Shakira y Paris Hilton se
unieron al espectáculo diciendo ser unas de las seleccionadas que habían sido
elegidas para realizar el primer viaje en el tiempo. Algunos personajes más se
les fueron uniendo y en medio de la pelea por quién sería el primero en cruzar,
aparecieron el científico que creó el parque junto con el magnate que había
puesto el dinero para realizarlo. Estos estaban enfrascados en su propia pelea
sobre si era buena idea iniciar hoy el viaje, o ser sensatos y esperar un poco
para realizar unos últimos ajustes. Ignorando los ruegos del científico, el
magnate dió por inaugurado el parque, los seis personajes brindaron por el hito
histórico que aquello suponía y cruzaron el vértice. El desafiar a la física no
siempre sale bien, y en este caso algo falló en el sistema y la puerta se rompió.
Nosotros,
los 180 asistentes ahora teníamos la tarea de viajar en el tiempo para rescatar
a estos seis primeros viajeros, y para ello se nos dividió en seis grupos, cada
uno al cargo de uno o dos guías del tiempo (esos hombres de traje con maletín y
chistera) que nos ayudarían a romper esa línea espacio temporal para que
pudiéramos rescatar a los protagonistas del viaje y restablecer el flujo de la
historia. Cada viaje duraría doce minutos, que era el tiempo que se nos
permitía estar en cada época del pasado, y en cada uno de los escenarios que
visitásemos, tendríamos que realizar una prueba para poder rescatar a la
persona atrapada en aquella época. El tiempo apremiaba, y conservar el presente
tal y como lo conocíamos ahora estaba en manos de aquellos 180 viajeros.
Nuestra
primera parada tras atravesar el vórtice espacio-temporal fue la Revolución
Industrial. Un señor de avanzada edad se acercó a nosotros lamentándose por lo
que ocurría en su fábrica, y es que al ir avanzando con él vimos a la entrada
de esta un piquete de obreras donde una de ellas incitaba a sus compañeras a
iniciar una revolución. Las nuevas máquinas que habían llegado a la fábrica las
habían dejado sin trabajo y sin sustento.
En
medio de su alzamiento e intento por entrar a la fábrica, nosotros pudimos
colarnos para ver qué era lo que pasaba dentro. Un grupo de trabajadoras se
movían al compás del ritmo que ellas marcaban con las bobinas de hilo bajo la
supervisión de un capataz que utilizaba el temor para mantener el orden. Esta
escena se centró en la importancia del movimiento obrero mezclando un número
musical con la comedia, y entre el VIVA LA REVOLUCIÓN, los bailes y las
acertadas peleas entre el capataz y el borracho de la fábrica, nos hicieron
pasar a los espectadores un rato muy divertido en un escenario que parecía
sacado de una de las películas de Enola Holmes.
Casi
sin darnos cuenta el tiempo apremiaba y estábamos cruzando el siguiente vórtice
que nos llevó a nuestro siguiente destino, los avances médicos. Allí estaba
atrapado el científico que creó los viajes en el tiempo y estaba igual de
perdido que nosotros. En nuestro paseo por aquello que parecía un hospital nos
fuimos cruzando con las figuras de distintas mujeres y hombres que hicieron
avanzar la historia de la medicina. Desde Hipócrates, pasando por Florence (la
madre de la enfermería), Marie Curie, Margarita Salas y a un despistado
Alexander Fleming que con nuestra ayuda (y la de los becarios precarios)
descubrió la penicilina que ayudó a salvar a la primera paciente que estaba
encamillada al otro lado de la sala.
Tras
haber conseguido que la historia sucediera como tenía que suceder y casi
robarnos por accidente la penicilina, cruzamos un nuevo vórtice espacio
temporal que nos llevó al 20 de julio de 1969. Allí se encontraba otro de los
seis personajes iniciales que se había quedado atrapado y necesitaba de nuestra
ayuda para poder volver al 2023. La llegada del hombre a la luna estaba a punto
de suceder ante nosotros, y pudimos celebrar el alunizaje, o el rodaje del
alunizaje ya que se podían ver algunos micrófonos intentando captar la voz de
la escena. Celebramos este hito junto con los científicos de la NASA en Estados
Unidos y en Fresnedillas de la Oliva aquí en España. Nill Armstrong pudo decir
“Un pequeño paso para el hombre, un gran salto para la humanidad” antes de que
la nave se averiara y escucháramos un “Houston tenemos un problema” aquello que
parecía una llamada para que Whitney entrara en escena, era más bien, una
llamada de socorro al público para que les ayudaramos a encontrar la llave que
arrancara de nuevo la nave espacial que devolviera a los tripulantes a la
tierra. Entre arena y un poco de basura espacial apareció la llave que devolvió
a los astronautas a la tierra y tras celebrar el éxito del acontecimiento
histórico con un baile junto con Whitney y el resto de personajes de las
escena, seguimos con nuestro viaje hacia la siguiente puerta espacio-temporal.
Al
traspasarla nos encontramos con otro de los viajeros que se habían quedado
atrapados y que nos pedía ayuda para poder salir de allí. En un espectáculo que
combinaba luces de neón y sombras pudimos hacer un breve viaje al futuro donde
todo lo imaginado se podía alcanzar, igual que los viajes al pasado. Nos
ofrecieron unas gafas de neón que nos permitieron ver como si las series de The
Office y las Chicas del Cable se hubieran fusionado para transportarnos a los
años 50 donde las primeras centralitas intercambiaban información. Gracias a la
ayuda del público pudieron hacer pasar un mensaje de una oficina a otra creando
entre todos un ritmo con nuestro cuerpo. Esta experiencia que apelaba a todos
los sentidos y que te hacía sentir parte de un musical, culminó con un número
de baile que invitaba al público a ser partícipe de la nueva revolución que
implicaba el avance de la tecnología.
Casi
sin darnos cuenta el tiempo apremiaba de nuevo, y tras cruzar el penúltimo
vórtice del viaje llegamos a las bodegas de un barco que posteriormente supimos
que se trataba de La Santa María. A lo largo de la historia se nos ha contado
que el mérito de llegar a América le correspondía sólo a Colón, pero en una
tripulación en la que sólo faltaba su suegra, las mujeres parecían ser las que
mandaban en aquel viaje al nuevo mundo. Entre algunas canciones y sugerencias
de cambios de fecha por parte del cura (ahora nunca estaremos seguros de si se
llegó a América en 1492 o en 1242) se divisó tierra firme y todos desembarcamos
en aquello que Colón creía que eran las Indias. Allí nos dimos cuenta de que
estaba Shakira camuflada con los nativos, y al ritmo de unos bailes que por
desgracia no eran el waka-waka, pudimos ayudarla a salir de ahí.
Con
los golpes de tambor de los nativos llegamos a la que era la última puerta
espacio-temporal que cruzaríamos esa noche y que nos llevó al destino más
alejado de todos, hace aproximadamente unos 500.000 años antes de Cristo,
cuando se descubrió el fuego. En este escenario estaba atrapada Paris Hilton,
destino que para lo rosa que es su personaje no le favorecía mucho. Fuimos conociendo
a los personajes de aquellas cuevas del Conejar entre pedrazo y pelotazo, cosa
que casi nos hace tener que hacerle una visita de nuevo a Fleming debido a la
efusividad con la que nos las lanzaban. También nos llevamos algunos piojos y
arañas de regalo, asistimos a la caza de un mamut y algunas personas plasmaron
sus manos en las paredes de la cueva que años más tarde llamaríamos pinturas
rupestres. Entre pedradas y desconcertantes acercamientos que tuvieron al
público riendo durante los doce minutos que duró su prueba. Cuando estábamos a
punto de irnos para no salir lastimados nos pararon los pies dándonos dos
opciones, la primera, quedarnos allí a comer el mamut que habían cazado durante
los próximos tres meses o la segunda, atravesar el vórtice de nuevo y volver al
futuro, después de aquel intenso rato allí todos teníamos claro que opción
elegir, y para ello teníamos que superar una prueba y encontrar cinco objetos
que no pertenecieran a la prehistoria pero que tuvieran aquellos trogloditas.
No sé cómo no se alteró la línea temporal ya que algunos de aquellos hombres de
las cavernas tenían ametralladoras, pelotas de fútbol y posiblemente, una
lavadora, pero conseguimos pasar airosos la prueba para poder volver a 2023.
Volvimos
al presente de nuevo casi sin darnos cuenta, y gracias a la ayuda de los 180
viajeros pudimos rescatar a los seis personajes que se habían quedado atrapados
en el tiempo y mantener la línea espacio-temporal, prácticamente sin
alteraciones.
El
Al-Qázeres cada año pone en escena una trama más arriesgada para su noche
temática y esto hace que año tras año se vayan superando. Todo este proyecto
nace de la idea de su director, Rafa Morales, pero no podría llevarse a cabo
sin la ayuda de todos aquellos que año tras año deciden participar en él para
hacerlo posible.
Rafa
es quien pone en marcha la idea inicial y los distintos escenarios en los que
se va desarrollar, pero luego en cada posta los grupos deben organizarse para
hacer que su escena sea memorable. Estos grupos están formados por el
profesorado voluntario, algunos alumnos del bachillerato de artes escénicas,
los alumnos del TSEAS y personal no docente (limpiadores, conserjes,....). A la
hora de llevar a cabo la puesta en escena no se sigue una jerarquía basada en
el poder sino que se aboga por una organización en la que todos estén a la
misma altura, donde todas las ideas son bien recibidas y donde el compañerismo
y el trabajo en equipo son los ingredientes básicos para sacar adelante el
proyecto. Rafa coordina y apoya todas las escenas pero quienes marcan la diferencia
entre que salga muy bien, que salga genial y que sea magnífico son los propios
figurantes y su implicación con el grupo.
He
de decir que en esta novena edición casi no se ha notado la diferencia entre
los distintos grupos y yo los calificaría a todos dándoles a su puesta en
escena un “magnífico”, pero no podemos olvidar que lo que hace que nuestra
inmersión en la experiencia sea completa, aparte de la actuación de los actores
y actrices, son los decorados. Todos los detalles cuidados al máximo,
elaborados por el profesorado y alumnado de artes plásticas y tecnología, con
escasos recursos pero con resultados increíbles. Gracias a ellos hemos podido
sentirnos como dentro de la bodega de un barco, aterrizando en la luna o
cruzando las puertas espacio-temporales que iban dando paso a las siguientes
escenas. Sin su gran y elogiable esfuerzo esta experiencia no habría sido igual
de increíble.
Tampoco
podemos olvidar la gran tarea que recae sobre los técnicos audiovisuales ya que
gracias a ellos podemos asistir a una representación inicial y final acompañada
de videos y efectos especiales que le dan sentido a la inmersión y hace que
esta pueda tener un inicio, nudo y desenlace.
Este
loable trabajo que funciona como el mecanismo de un reloj, se basa, bajo mi
punto de vista, en dos momentos clave, los ensayos generales y la primera noche
de estreno. En los ensayos generales Rafa explica el tema elegido para la
edición, las diferentes postas y los jefes de zona que se van a encargar de
guiar un poco la representación que se va a llevar a cabo. Suele haber dos
ensayos generales. El primero que suele ser un desastre, pero que le sirve a
los actores y actrices para hacerse una idea de cómo funciona el espectáculo, y
el segundo donde todo el mundo toma constancia de la importancia de acabar de
retocar su escena para que en vez de que salga muy bien, salga magnífico. El
primer día del estreno hace que todo el mundo se prementalice de lo que tiene
que pasar. Aunque el espectáculo comience a las diez de la noche, ellos están
trabajando desde las cuatro de la tarde. Esto hace que puedan acabar de
concretar las escenas y verse ya inmersos en sus personajes con ayuda del
vestuario y el maravilloso decorado realizado por los equipos del bachillerato
de artes plásticas y tecnológico, como he mencionado anteriormente.
Gracias
a todas esas horas de dedicación y esfuerzo hacen que año tras año las
ediciones de la Noche del Al-Qázeres vayan adoptando la calificación de
insuperable, y es que un proyecto que en su primera edición carecía de apoyos y
al que no se le veía futuro hoy se ha convertido en una seña de identidad del
instituto que año tras año reúne a más de 360 personas que esperan con ilusión
poder asistir a una noche temática que no deja a nadie indiferente.
No
sabemos qué nos deparará la décima edición, pero seguro que Rafa ya tiene en
mente el tema del año que viene. Con la gratitud de haber sido invitada un año
más a este evento y las expectativas muy altas para el del año que viene me
despido de todos vosotros y le agradezco de corazón a todas las personas que
han hecho posible este trabajo con su esfuerzo y dedicación volcados en esta
gran noche temática.
Gracias
en nombre de los 360 espectadores, la cronista del evento,
Inmaculada
Melón Domínguez.
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