El departamento de Historia ha elegido como artículo del mes de abril
una de las cartas que Miguel Hernández le escribió a su mujer Josefina Manresa. Fue una relación que mantuvieron durante 8 años (1934-42)y un noviazgo marcado por la distancia, la guerra y la cárcel.
Espero que lo disfrutéis.
Gema Redondo.
A
Josefina Manresa (Madrid, 12 de septiembre de 1939)
Mi
querida Josefina:
Esta
semana, como las anteriores, llega martes y no ha llegado tu carta.
También empiezo a escribir ésta para que me dé tiempo a echarla
después, cuando el correo me traiga la tuya, que no creo que falte
hoy. Estos días me los he pasado cavilando sobre tu situación, cada
día más difícil. El olor de la cebolla que comes me llega hasta
aquí, y mi niño se sentirá indignado de mamar y sacar zumo de
cebolla en vez de leche. Para que lo consueles, te mando esas
coplillas que le he hecho, ya que aquí no hay para mí otro quehacer
que escribiros a vosotros y desesperarme.
Prefiero
lo primero y así no hago más que eso, además de lavar y coser con
muchísima seriedad y soltura, como si en toda mi vida no hubiera
hecho otra cosa. También paso mis buenos ratos espulgándome, que
familia menuda no me falta nunca, y a veces la crío robusta y grande
como el garbanzo. Todo se acabará a fuerza de uña y paciencia, o
ellos, los piojos, acabarán conmigo. Pero son demasiada poca cosa
para mí, tan valiente como siempre, y aunque fueran como elefantes
esos bichos que quieren llevarse mi sangre, los haría desaparecer
del mapa de mi cuerpo. ¡Pobre cuerpo! Entre sarna, piojos, chinches
y toda clase de animales, sin libertad, sin ti, Josefina, y sin ti,
Manolillo de mi alma, no sabe a ratos qué postura tomar, y al fin
toma la de la esperanza que no se pierde nunca. Así veo pasar un día
y otro día, esperanzado y deseoso de correr a vuestro lado y meterme
en nuestra casa y no saber en mucho tiempo nada del mundo, porque el
mundo mejor está entre tus brazos y los de nuestro hijo.
Aún
es posible que vaya para el día de mi santo, guapa y paciente
Josefina. Aunque yo, la verdad, creo que estos amigos míos llevan
las cosas muy despacio. Han estado de vacaciones fuera de Madrid y
han regresado esta semana pasada. No han podido venir a verme porque
ahora es imposible para todo el mundo. Es casi seguro que los veré
la semana que viene. Me decías en tu anterior que guardara la ropa
cuanto pudiera. No te preocupes, que si no tengo ropa cuando salga,
con ponerme una mano en el occipucio y otra en el precipicio,
arreglado. Así y todo procuro conservarla y uso la más vieja y todo
son cosidos y descosidos y ventanas por todas partes. El pijama se me
ha roto y le he puesto un remiendo que es media camisa, porque se me
veía toda la parte de atrás y era una verdadera vergüenza.
Por lo que a mí me pasa, me figuro lo que os pasará a vosotros y
como esto siga así, me veo contigo como Adán y Eva en el Paraíso.
¡Ay, Josefina mía! No nos queda otro remedio que aguantar todo lo
malo que nos viene y nos puede venir, para el día que nos toque
aguantar lo bueno. ¿Verdad que llegará ese día? Yo nunca he dudado
de que llegará y de que seremos más felices que hasta aquí hemos
sido. Esta separación nos obliga a respetar a nuestro Manolillo más
que respetamos al otro. Manolillo del que no dejo de acordarme nunca.
Dentro de un mes hará un año que se nos murió. Eso de que el
tiempo pasa de prisa, para nadie es más verdad hoy como para
nosotros y a mí me cuesta trabajo creer que ha pasado un año desde
que cerró nuestro primer hijo los ojos más hermosos de la tierra.
Dios, a quien tú tanto rezas, hará que el día diecinueve de
octubre lo pasemos juntos, si no hace que lo pasemos el día
veintinueve de este mes. No quisiera pasar, ese día lejos de ti.
Iremos a dar una vuelta al campo y si tú eres decidida, visitaremos
la tierra donde nos espera. Tengo ganas de hablar contigo. La otra
noche soñé a Manolillo ya con cinco o seis años de edad. Cuídalo
mucho, Josefina que crezca fuerte y defendido contra toda enfermedad.
Cuando
te sea posible come mucha fruta y mucho vegetal, principalmente
patatas. Es lo que más conviene a tu salud y a la de nuestro
sinvergüencilla. No me dices muchas cosas suyas. Supongo que ya
hablará más que un loro. Si supieras que ganas tengo de oír su
voz: se me ríen los huesos sólo de imaginarla, con que mira lo que
me voy a reír el día que la oiga de verdad. Dime el peso que tiene,
que no lo has pesado hace mucho tiempo. Estoy enfadado con Manolo y
con las Marianas, a ninguno de los cuatro se les ocurre escribirme
unas letras. No se acuerdan de mí, que no los olvido. Dime también
algo de la abuela y la tía, que tampoco me han mandado una sola
letra (...).
Bueno. Voy a dejar el lápiz y a esperar tu carta, a ver qué me trae
de bueno. Nada. Hoy no recibo carta tuya. No me gusta que te retrases
en escribirme. Vaya plantón que me he llevado al pie del que vocea
el correo. No hay derecho. Espero que me digas algo de nuestra
familia de Orihuela, de mi madre especialmente y de la de Pepito.
Anteayer he recibido una carta de un amigo de la huerta, Trinitario
Ferrer, muy amigo de mi hermano y me dice que se ve con él todos los
días. Di a Vicente que le diga que por ahora no puedo contestarle,
pero que me alegra mucho saber de él. Voy a terminar mi carta
diciéndote que seas menos perezosa conmigo o de lo contrario no te
voy a escribir en un mes. Y nada más porque no parezca larga ésta a
la censura y porque hagan todo lo posible para que llegue a tus
manos.
Manolillo:
adiós, un beso ¡pum! Otro beso ¡pum! Otro, otro, otro, ¡pum, pum,
pum! Manolo: escribe, dejando a un lado por un rato las barbas y las
perezas. Marianas: a ser buenas y a pelearos una vez a la semana
solamente. Josefina: recibe para ti y para nuestro hijo y para
nuestros hijos mayores el cariño encerrado y empiojado y... perdido
de tu preso Miguel. ¡Adiós!
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