Este mes es el Departamento de Filosofía el que elige un texto de Fernando Savater, extraído de Ética para Amador.
Su título es LA ÉTICA O EL ARTE DE SABER VIVIR BIEN.
En él se reflexiona sobre los saberes posibles y los imprescindibles, la libertad y sus limitaciones...
Espero que podáis sacar unos minutos para leerlo con detenimiento.
Espero que podáis sacar unos minutos para leerlo con detenimiento.
Gema Redondo
LA ÉTICA O EL ARTE DE SABER VIVIR BIEN
“Hay
ciencias que se estudian por simple interés; otras, para aprender una destreza;
la mayoría, para obtener un puesto de trabajo y ganarse con él la vida. Si no
sentimos curiosidad ni necesidad de realizar tales estudios podemos prescindir
tranquilamente de ellos. Abundan los conocimientos muy interesantes pero sin
los cuales uno se las arregla bastante bien para vivir.
Ciertas cosas uno puede aprenderlas o no, a voluntad. Como nadie es capaz de saberlo todo, no hay más remedio que elegir y aceptar con humildad lo mucho que ignoramos. Ahora bien, otras cosas hay que saberlas porque en ello, nos va la vida. Es preciso estar enterado, por ejemplo de que saltar desde el balcón de un sexto piso no es cosa buena para la salud; o de que una dieta de clavos y ácido prúsico no permite llegar a viejo. Pequeñeces así son importantes. Se puede vivir de muchos modos pero hay modos que no dejan vivir.
Ciertas cosas uno puede aprenderlas o no, a voluntad. Como nadie es capaz de saberlo todo, no hay más remedio que elegir y aceptar con humildad lo mucho que ignoramos. Ahora bien, otras cosas hay que saberlas porque en ello, nos va la vida. Es preciso estar enterado, por ejemplo de que saltar desde el balcón de un sexto piso no es cosa buena para la salud; o de que una dieta de clavos y ácido prúsico no permite llegar a viejo. Pequeñeces así son importantes. Se puede vivir de muchos modos pero hay modos que no dejan vivir.
En una palabra, entre todos los saberes
posibles existe al menos uno imprescindible: el de que ciertas cosas nos
convienen y otras no si queremos seguir viviendo. De modo que ciertas cosas nos
convienen y a lo que nos conviene solemos llamarlo «bueno» porque nos sienta
bien; otras, en cambio, nos sientan pero que muy mal y a todo eso lo llamamos
«malo». Saber lo que nos conviene, es decir: distinguir entre lo bueno y lo
malo, es un conocimiento que todos intentamos adquirir .
En el terreno de las relaciones humanas, estas ambigüedades se dan con aún mayor frecuencia. La mentira es algo en general malo, porque destruye la confianza en la palabra y enemista a las personas; pero a veces parece que puede ser útil o beneficioso mentir para obtener alguna ventajilla. O incluso para hacerle un favor a alguien. Por otra parte, al que siempre dice la verdad --caiga quien caiga-- suele cogerle manía todo el mundo. Lo malo parece a veces resultar más o menos bueno y lo bueno tiene en ocasiones apariencias de malo.
En el terreno de las relaciones humanas, estas ambigüedades se dan con aún mayor frecuencia. La mentira es algo en general malo, porque destruye la confianza en la palabra y enemista a las personas; pero a veces parece que puede ser útil o beneficioso mentir para obtener alguna ventajilla. O incluso para hacerle un favor a alguien. Por otra parte, al que siempre dice la verdad --caiga quien caiga-- suele cogerle manía todo el mundo. Lo malo parece a veces resultar más o menos bueno y lo bueno tiene en ocasiones apariencias de malo.
Lo de saber vivir no resulta tan fácil
porque hay diversos criterios opuestos respecto a qué debemos hacer. Algunos
aseguran que lo más noble es vivir para los demás y otros señalan que lo más
útil es lograr que los demás vivan para uno.
En lo único que a primera vista todos estamos de acuerdo es en que no estamos de acuerdo con todos. Estas opiniones distintas coinciden en otro punto: a saber, que lo que vaya a ser nuestra vida es, al menos en parte, resultado de lo que quiera cada cual. En su medio natural, cada animal parece saber perfectamente lo que es bueno y lo que es malo para él, sin discusiones ni dudas. No hay animales malos ni buenos en la naturaleza, aunque quizá la mosca considere mala a la rana que tiende su trampa y se la come.
En lo único que a primera vista todos estamos de acuerdo es en que no estamos de acuerdo con todos. Estas opiniones distintas coinciden en otro punto: a saber, que lo que vaya a ser nuestra vida es, al menos en parte, resultado de lo que quiera cada cual. En su medio natural, cada animal parece saber perfectamente lo que es bueno y lo que es malo para él, sin discusiones ni dudas. No hay animales malos ni buenos en la naturaleza, aunque quizá la mosca considere mala a la rana que tiende su trampa y se la come.
Y así llegamos a la palabra fundamental de
todo este embrollo: libertad. Los animales no tienen más remedio que ser tal
como son y hacer lo que están programados naturalmente para hacer. No se les
puede reprochar que lo hagan ni aplaudirles por ello porque no saben
comportarse de otro modo. Tal disposición obligatoria les ahorra sin duda muchos
quebraderos de cabeza. En cierta medida, los hombres también estamos
programados por la naturaleza. Y de modo menos imperioso pero parecido, nuestro
programa cultural es determinante: nuestro pensamiento viene condicionado por
el lenguaje que le da forma y somos educados en ciertas tradiciones, hábitos,
formas de comportamiento, leyendas..., en una palabra, que se nos inculcan
desde la cunita unas fidelidades y no otras. Todo ello pesa mucho y hace que
seamos bastante previsibles.
Con los hombres nunca puede uno estar seguro del todo, mientras que con los animales o con otros seres naturales sí. Por mucha programación biológica o cultural que tengamos, los hombres siempre podemos optar finalmente por algo que no esté en el programa. Podemos decir «sí» o «no», quiero o no quiero. Por muy achuchados que nos veamos por las circunstancias, nunca tenemos un solo camino a seguir sino varios.
Cuando te hablo de libertad es a esto a lo que me refiero. es cierto que no estamos obligados a querer hacer una sola cosa. Y aquí conviene señalar dos aclaraciones respecto a la libertad:
Con los hombres nunca puede uno estar seguro del todo, mientras que con los animales o con otros seres naturales sí. Por mucha programación biológica o cultural que tengamos, los hombres siempre podemos optar finalmente por algo que no esté en el programa. Podemos decir «sí» o «no», quiero o no quiero. Por muy achuchados que nos veamos por las circunstancias, nunca tenemos un solo camino a seguir sino varios.
Cuando te hablo de libertad es a esto a lo que me refiero. es cierto que no estamos obligados a querer hacer una sola cosa. Y aquí conviene señalar dos aclaraciones respecto a la libertad:
Primera: No somos libres de elegir lo que
nos pasa sino libres para responder a lo que nos pasa de tal o cual modo
Segunda: Ser libres para intentar algo no tiene nada que ver con lograrlo indefectiblemente. No es lo mismo la libertad (que consiste en elegir dentro de lo posible) que la omnipotencia (que sería conseguir siempre lo que uno quiere, aunque pareciese imposible). Por ello, cuanta más capacidad de acción tengamos, mejores resultados podremos obtener de nuestra libertad.
Segunda: Ser libres para intentar algo no tiene nada que ver con lograrlo indefectiblemente. No es lo mismo la libertad (que consiste en elegir dentro de lo posible) que la omnipotencia (que sería conseguir siempre lo que uno quiere, aunque pareciese imposible). Por ello, cuanta más capacidad de acción tengamos, mejores resultados podremos obtener de nuestra libertad.
En la realidad existen muchas fuerzas que
limitan nuestra libertad, desde terremotos o enfermedades hasta tiranos. Pero
también nuestra libertad es una fuerza en el mundo, nuestra fuerza. En cuanto
te fijes un poco, verás que los que así hablan parece que se están quejando
pero en realidad se encuentran muy satisfechos de saber que no son libres. Como
no somos libres, no podemos tener la culpa de nada de lo que nos ocurra...» Uno
puede considerar que optar libremente por ciertas cosas en ciertas
circunstancias es muy difícil y que es mejor decir que no hay libertad para no
reconocer que libremente se prefiere lo más fácil.
A diferencia de otros seres, vivos o
inanimados, los hombres podemos inventar y elegir en parte nuestra forma de
vida. Podemos optar por lo que nos parece bueno, es decir, conveniente para
nosotros, frente a lo que nos parece malo e inconveniente. Y como podemos
inventar y elegir, podemos equivocarnos, que es algo que a los castores, las abejas
y las termitas no suele pasarles. De modo que parece prudente fijarnos bien en
lo que hacemos y procurar adquirir un cierto saber vivir que nos permita
acertar. A ese saber vivir, o arte de vivir si prefieres, es a lo que llaman
ética.”
Fernando Savater: Ética para
Amador, Ariel, p.20 y ss.
No hay comentarios:
Publicar un comentario