DAVID NARGANES ROBAS:
LECTURAS PARA
OLVIDAR (AUNQUE SEA UNOS INSTANTES PORQUE LA CRUDA REALIDAD VIVE CON NOSOTROS Y
LA OÍMOS RESPIRAR AL LADO INTENSAMENTE TODOS LOS DÍAS) UNA CRISIS INTERMINABLE
Y TRÁGICA.
1.- La
narrativa en castellano: Intemperies y Orillas.
La novela en
lengua castellana en este año ya concluido dibuja un panorama de encuentros y
desencuentros. Las novelas “de verdad”, empapadas de sensibilidad y de buena
escritura, alternan en las listas de los críticos de este país con otras cuyas
campañas de marketing han sido tan completas y tan costosas que parecen
falsamente novelas “de calidad”. Hablo de lo de siempre: de intereses económicos
tan conocidos como reales que manipulan y engañan al lector poco solvente.
Dos novelas, a
mi parecer, destacan sobre todas las demás. En
orilla, de Rafael Chirbes, un extraordinario relato sobre la decadencia de
un mundo progresivamente degradado sobre los restos de la euforia inmobilliaria, e Intemperie, del sorprendente Jesús Carrasco, obra que presenta un
mundo rural de excepción, por lo original, a medio camino entre la mejor
tradición de Delibes y la novela-western de MacCarthy.
Junto a ellas
he de destacar Sed de Sal, novela del
siempre admirado Hidalgo Bayal, ambientada en una especie de pesadilla kafkiana
en la que el hombre se muestra perfectamente insatisfecho en busca de la
felicidad y Las reputaciones, la gran
sorpresa del año, de Juan Gabriel Vasquez, seleccionada por el New York Times
como una de las 100 mejores novelas del año, en la que se narra el derrumbe
personal del periodista Javier
Mallarino.
Otros dos
autores ocupan, a mi parecer, el tercer escalafón de las producciones
narrativas del año. El siempre sorprendente Isaac Rosa firma La habitación oscura, lugar cerrado que se
convierte en un hábitat donde los protagonistas se reconocen derrotados
mientras añoran otra época de libertad (buena metáfora de la realidad actual).
Y Eloy Tizón, para algunos uno de los más dotados creadores de relatos del
país, nos sorprende con Técnicas de iluminación,
obra que no se ajusta a los cánones tradicionales, en la que las acciones son
sustituidas de forma excepcional por las sensaciones.
A continuación
aparecen algunos nombres clásicos que se recuperan para la buena literatura.
Vargas Llosa nos presenta un relato bienhumorado y realista dentro de los
cánones de la narrativa popular y folletinesca en El héroe discreto. Manuel Longares rinde homenaje, a través de la
hipérbole grotesca, ácida, tierna y divertida, a la pobre gente de la
transición que claudica de sus esperanzas en Los ingenuos. En el mismo marco histórico se sitúa la novela de
Marta Sanz Daniela Astor y la caja negra,
repleta de personajes y acontecimientos reales. Eduardo Lago reaparece en la
escena literaria con una novela de negros literarios y reflexiones sobre la
literatura con flecos de humor; su título, irónico, es todo un presagio sobre
el carácter de la novela: Siempre supe
que volvería a verte.
Otros libros
destacados, muy cercanos en calidad a los ya citados, son El camino de Ida, de
Ricardo Piglia, Contarlo todo, de
Jeremías Gamboa (una auténtica y deliciosa sorpresa), Las lágrimas de San Lorenzo,
de Julio Llamazares, La ridícula idea de
no volver a verte, de Rosa Montero y El
francotirador paciente, de Pérez Reverte. Y entre las novelas dignas de
atención, por ser primeras obras, destacan Por
si se va la luz, de Lara Moreno, La mala luz, de Carlos Castán y Los combatientes, de Cristina Morales.
En la otra
orilla, no la Chirbes, se sitúan otras narraciones que habrá que sopesar con el
paso del tiempo. Gonzalo Torné con su tercera novela, Divorcio en el aire, indaga en las profundidades de la condición
humana mediante la literatura, reflexionando sobre la dificultad que conlleva
el paso del tiempo y la irreversibilidad del mismo. Luisgé Martín, en La misma ciudad, habla sobre el mítico
11 de septiembre y el camino de salvación personal del protagonista. Santiago
Lorenzo, en Los millones, establece
una relación divertida y nostálgica con la literatura, que hurta en el absurdo
y profundiza en una sociedad que aún no es moderna, o al menos no se muestra
como tal. José Carlos Llop, en Solsticio,
revive el clima de su infancia a través de imágenes perdurables de un mundo
feliz que sólo es posible a través de la literatura. Jesús Cañadas, en Los nombres muertos, escribe una novela
donde cabe el thriller, el terror, la ciencia-ficción, todo ello a caballo de
un viaje frenético y alucinado donde caben desde el interior del escritor hasta
las conexiones con el nazismo. Y por fin Marc Pastor, en Bioko, nos propone una mezcla de novela de aventuras, misterio
científico y ficción histórica, que propone una sutil alternativa a la novela
histórica.
2.- La
narrativa en otras lenguas.Calidad y provocación.
Canadá, de Richard Ford, es una buena
muestra del desvalimiento del presente a través del desarraigo, los paisajes
herrumbrosos, a través de una intriga intimista y turbadora. Enmanuel Carrère
nos presenta en Limónov, la historia
de un hombre carcomido por las contradicciones que le superan en un ambiente
represor. La galardonada Alice Munro asombra, en los 10 relatos que componen Mi vida querida, la vertiginosidad con que se resume una existencia y la
puntería con que enfoque sus momentos clave, mostrando una luminosa dimensión
humana, con las pérdidas y dolores que la existencia conlleva. Jean Echenoz
plasma en 14 la catástrofe
desencadenada por el hombre a través del horror bélico, la muerte, la
devastación y las mutilaciones en un tono de buena literatura. Ian McEwan atrapa
y nos sorprende en Operación Dulce con su sutileza y su ironía. Jeffrey
Eugenides que ya sorprendió con sus dos novelas anteriores, nos muestra, en La trama nupcial, a partir de la figura de una joven ingenua,
Madeleine Hanna, una delicada aproximación posmoderna a la novelística
sentimental y decimonónica, preguntándose si en el altar se consagra o se
sacrifica. David Vann nos cuenta en Tierra
la historia de un joven que vive con su madre en una relación llena de ira. Carácter
diferente muestra Edward St. Aubyn en El
padre, trilogía de su ciclo autobiográfico, donde se narra una historia de
incesto, pederastia y drogadicción en el seno de la clase alta británica. Y
Jonh Irving nos muestra de nuevo en Personas
como yo una fascinante historia sobre el deseo y la identidad sexual que
recorre más de medio siglo.
Caso especial
es el de Jöel Dicker cuenta, en La verdad
sobre el caso Harry Quebert, una historia llena de suspense, con múltiples
calcos de Philip Roth o Nabokov, pero que no deja de ser una obra de laboriosa
ingeniería que conduce a una cierta sensación de artificio, propia del
best-seller.
LIBROS DEL AÑO 2013. NARRATIVA NECESARIA.
A).-
Literatura en lengua española
J. Carrasco: Intemperie. Seix Barral.
R. Chirbes: En la orilla. Anagrama.
G. Hidalgo
Bayal: Sed de sal. Tusquets.
E. Lago: Siempre supe que volvería a verte.
M. Longares: Los ingenuos. Galaxia Gutemberg.
I. Rosa: La habitación oscura. Seix-Barral.
M. Sanz: Daniela Astor y la caja negra. Anagrama.
E. Tizón: Técnicas de iluminación. Páginas de
Espuma.
J.G. Vasquez: Las reputaciones. Alfaguara.
M. Vargas
Llosa: El héroe discreto. Alfaguara.
B).-
Literatura en otras lenguas
E. Carrere: Limónov. Anagrama.
J. Dicker: La verdad sobre el caso Harry Quebert.
Alfaguara.
J. Echenoz: 14. Anagrama.
J. Eugenides: La trama nupcial. Anagrama.
R. Ford: Canadá. Anagrama.
J. Irving: Personas como yo. Tusquets.
I. McEwan: Operación Dulce. Anagrama.
A. Munro: Mi vida querida. Lumen.
D. Vann: Tierra. Mondadori.
E. St. Aubyn: El padre. Mondadori.
No hay comentarios:
Publicar un comentario