Nuestro compañero César Nogales, que se encargó de presentar a la ¿poetisa o poeta? Aurora Luque tanto en la sesión matinal en el IES Al-Qázeres como en la sesión de la tarde en el Palacio de la Isla, nos habla así acerca de esta escritora:
El
pasado día 1 de marzo, cuando llegaron las lluvias y el viento,
estuvo con nosotros Aurora
Luque.
Y esto se lo debemos al Aula José María Valverde, que es posible también gracias a la Asociación de Escritores Extremeños, a la Facultad de Letras de la Universidad de Extremadura y al profesorado de lengua castellana y literatura de los IES de Cáceres.
Y esto se lo debemos al Aula José María Valverde, que es posible también gracias a la Asociación de Escritores Extremeños, a la Facultad de Letras de la Universidad de Extremadura y al profesorado de lengua castellana y literatura de los IES de Cáceres.
Estoy
seguro que hoy también gracias al profesorado de cultura clásica,
al de Griego, como hace unos días al de Artes plásticas y otros
antes al de música, con la presencia entre nosotros de Luis
Pastor
y de Omar
Pimienta.
Dijo
en algún lugar Aurora
Luque:
“soy amiga de mis poetas e intento devolverles el favor que me
hicieron al escribir sus versos: los traduzco o los edito o los
presento a mis alumnos o los meto en mis poemas”. Y eso es lo que
queremos hacer nosotros: entregar la voz de Aurora
Luque
a nuestros alumnos, para pagar una deuda, para hacer justicia,
poética, claro, para que la poeta que llegó a nosotros con
Problemas
de doblaje,
su segundo libro, esté siempre entre nuestros alumnos, y con ellos
crezca. Y tal vez esa sea la única tarea importante que tenemos los
profesores que enseñamos literatura: hacer que nuestros alumnos, las
chicas y los chicos que se sientan en nuestras clases, sean lectores
gozosos. Que la lectura sea parte de su vivir, de su modo de vivir,
que no es mala manera.
Y
la verdad, nuestras experiencias ya nos están enseñando a desmentir
esas frases que dicen que nada les interesa a los jóvenes. Les
interesa a los jóvenes de ahora lo mismo que nos interesó a los
jóvenes de entonces: nos interesa lo que habla de la vida, y lo que
habla del amor y de la muerte y de ayer y de mañana. Les interesa lo
que interesa. Sabemos que es fácil pues desde ya hace algunos años
leemos poemas suyos, de Aurora
Luque,
en clase. A principio de curso, sin que todavía supiéramos que
estaría con nosotros, su Epitafio,
aquel poema de Transitoria
del año 98 del pasado siglo y que homenajeaba varias veces a Jaime
Gil de Biedma y
a la cultura grecolatina, pero también a Joan
Vinyoli
o a Panero,
pero también a Jorge
Manrique.
Este poema, como todo buen epitafio, no es mala manera de resumir su
obra. Una vida entre el ahora y el entonces. Diálogo con la
tradición. La poesía el diálogo del hombre con su tiempo, decía,
decimos, Machado.
Pues no: el diálogo del hombre con el
tiempo, pues todo tiempo, en algún modo, es nuestro, y así poder
construir unas alas para Ícaro con materiales de nuestro tiempo.
Y
vivir el instante (carpe diem es coge
todo el día, todo, también la noche, es vivir con intensidad, vivir
el instante al máximo, como afirmación de la vida, como libertad
creadora, creativa mejor, como voluntad de explorarse a sí misma.
Aurora
Luque
nació en Almería, vivió en Cádiar, cuya pedanía es Narila, que
luego encontraremos en sus versos (no sólo en los haikus) y en su
otra obra.
Es
filóloga clásica y en ese afán de hacer la justicia poética de la
que hablábamos antes escribió su tesis sobre la poesía femenina
griega, y así visibilizar a escritoras que todos debíamos conocer.
Por eso hoy nos ha dado a conocer los Sonetos
y elegías
de la poetisa renacentista Louise
Labé y
los Poemas
y Nocturnos
de la simbolista Renéc
Vivien.
También ha editado a la cubana Mercedes
Matamoros
(El
último amor de Safo);
a la dramaturga ilustrada malagueña María
Rosa de Gálvez
y a la humanista Luisa
Sigea
o a la diplomática Isabel
Oyarzábal.
Gracias
a ella también conocemos los 25
epigramas
de Meleandro
de Gádara.
Y
por ella hemos leído Los
dados de Eros,
que es una magnífica antología de poesía erótica griega.
Están
con nosotros los Poemas
y Testimonios
de Safo.
Además
nos ha entregado de la poeta griega moderna María
Lainá
sus Nueve
poemas,
además de Los
estuches de las células.
También
Taeter
morbus. Poemas a Lesbia
de
Catulo.
A esto es a lo que nos referíamos cuando decíamos aquello de
devolver un favor. Y entre todas estas justicias la magnífica
antología Aquel
vivir del mar. El mar en la poesía griega.
Es la primera antología dedicada a este tema. Leer a la traductora
es leer a la poeta, que la traducción es hermana carnal de la
creación poética. Dice en el poema Gel:
Dependo
de por vida
de
una droga.
De
Grecia.
Ya
lo ven. No sólo estuvo con nosotros una poeta sino también una
traductora, investigadora y crítica literaria. Por eso, por oscuras
razones, en mi casa los libros de Aurora
Luque
están últimamente al lado de los de Jaime
Siles.
No
olvidemos su labor en la colección MaRemoto
(que no sabemos cómo decir) que nos trajo treinta y tantas voces de
autores de otras culturas. O la dirección del Centro
Cultural de la Generación del 27,
o los Cuadernos
de Trinacria,
o la editorial Narila.
En
el cuadernillo lo dice, pero lo recordamos ahora: con Hiperiónida
ganó el Premio
Federico García Lorca;
era el deseo de ser hiperiónida, hija de Hiperión,
el que camina en las alturas, como lo era Helios
(el sol) y su hermana Eos,
que no es otra más que la Aurora.
Con
Problemas
de doblaje
el accésit del Premio
Adonáis;
es el libro de lo quotidianus,
de lo cotidiano, de lo efímero, lo que tiene el día.
Con
Carpe
noctem llega
el Premio
Rey Juan Carlos.
Y
con Transitoria
es finalista del Premio
Rafael Alberti
y Premio
Andalucía de la Crítica.
Con
Camaradas
de Ícaro
obtiene el Premio
Fray Luis de León y
allí están
las
desmemorias (no bebáis en el Leteo, que sus aguas provocan el
olvido), el amor y la muerte, el fracaso y la celebración de la
lealtad.
En
el poemario La
siesta de Epicuro,
Premio
Generación del 27, encontramos
una auténtica reinvención de lo clásico. Atentos, muy atentos a
Lesbia
hoy
en el que nos habla de los besos que nos aturden con los focos de la
fama, con los flases de los paparazzi. Y allí están las sombras,
mezclándose lo culto y lo cotidiano, rozando lo conversacional,
donde hay una modernización del lenguaje poético con reminiscencias
clásicas. Y todo con un tono épico lírico, y con ironía, y de su
mano viene la tristeza.
O
el poema Ocio
y el nec otium, no huye de la actualidad ( o en Senatus
hispanus):
que le viene preguntar a qué esperas Lesbia para morirte ya, junto
al bronceado de Zaplana, y un beato Acebes, que ya tan olvidados
están, por eso le pregunta a qué estás esperando Lesbia para
morirte). En estos poemas hay una frivolidad desdramatizadora, como
lo dice José Luis García Martínmuy interesante que nos hace
sonreir y una mueca torcida en nuestra boca.
En
el poema Vejez
se nos habla de cuando los cuerpos no anhelan, no cuentan ya. Leedlo,
si no habláramos en serio, diría que me tiemblan las carnes.
Alguien,
Aguado quizá, dice que su poesía es insumisa. Sí, lo es porque sus
palabras lo son, y para ello los mejores aliados: el mito, el mar, la
noche. Allí el mito se convierte en conciencia.
Su
obra está en numerosas antologías personales (Carpe
mare,
Las
dudas de Eros,
Portuaria,
Carpe
verbum
y Carpe
amorem).
Nosotros os invitamos a leer Médula.
Antología esencial.
Y también en las más interantes antologías de poesía,
especialmente las dedicadas a las poetas.
Y
si sois del gusto leed los Haikus
de Narila,
que ahora tenemos editados junto a Portuaria.
Estos haikus, que ya no son un préstamo como cuando aprendíamos a
leerlos en Octavio
Paz,
que Tablada
era para nosotros un desconocido, que son microbucólicas con el gozo
de la contemplación de la naturaleza, el epicúreo elogio del
instante, aunque también están presentes el miedo, la injusticia, y
algún dolor. En este tiempo en el que las estaciones dimiten de sí
mismas, enero quema.
No
olvidéis la lectura de Personal
& político,
con esos poemas más narrativos y continúan las referencias clásicas
junto a sentimientos de malestar personal.
Hay un carpe diem que juega a lo Ronsand y sus rosas. Leed el poema
spa que nos ofrece un seguro para el gozo o en otro que nos miran de
soslayo. y el Cuaderno
de Flandes y otros poemas.
De
2016 es Los
limones absortos. Poemas mediterráneos,
su última antología poética que nos habla de unos limones, único
privilegio de los pobres en un mediterráneo que está tan lleno de
voces que todas, todas, silenciosas, estallan en la luz de los
limones que nos alumbran desde un portón.
Hay
una anécdota que he leído en algunos sitios. En una edición de
los Cuentos
de la Alhambra
de Washington
Irving
que había en su casa, de Crisol
tal vez, se hablaba de que una mujer se ponía en el cuello una sarta
de ricas perlas orientales. Después leyó el mismo cuento en otra
edición en la que sólo se hablaba de un collar. Dice Aurora
Luque
que “las perlas se habían vuelto mudas, habían perdido su
tintineo, el roce suave del nácar de sus erres. Toda una
catástrofe”. Eso es la poesía. La palabra que construye perlas
con gotas de rocío como ella hace en los haikus. Esa es La
extraña industria
(2008) que nos ofrece la poesía de Aurora
Luque.
La
presencia del mundo antiguo griego en su percepción del presente. Y
el nuevo interés por lo oriental en su personales haikus. Pero
también en otras páginas. Nos acordamos del poema Cosecha:
Recoge
la cosecha de los días
su
cereal, su polen,
sus
bayas invisibles, sus cortezas amargas,
su
reseca raíz, sus vainas huecas,
su
escasísima pulpa azucarada.
En
las cuadradas cajas pon la fruta
selecta
que le agrada a la memoria.
Y
en esas cajas guardaremos todo lo que a la memoria le es grato, que
es otra manera de atrapar el tiempo. Nuestro tiempo.
Ruiz
Noguera
lo ha dicho en alguna página y nosotros lo repetimos aquí: a la
poesía de Aurora
Luque
acuden siempre, siempre la Grecia clásica y el ahora de hoy. En
Personal
& Político
encontramos su poema Realismo
en el que nos habla de amores truncados, del loco deseo, de la ciega
vida que nos hace desear la juventud, o la belleza envidiada. Como
nuestra vida. Y encima el único final feliz es el de Ulises.
Acude
a su poesía toda la literatura para barrer la basura petrarquista y
nos ofrece palabras “hondas
para romper los espejismos / de las formas dañinas del amor”.
Y a su obra llega el deseo.
Dice
Aurora Luque que desear es llevar el destino del mar dentro del
cuerpo.
Pero
de deseo, y de literaturas y de grecias podemos estar llenos todos,
si es que acaso no lo estamos. Lo que importa es la palabra, la
palabra poética, la palabra culta (qué cercana veo la poesía de
Aurora
Luque
a la de algunos mayores que ella: Jaime
Siles,
José
María Álvarez)
y la de los poetas de la experiencia que tanto se nombran y que se
formaron en Granada junto o cerca de ella (Álvaro
Salvador,
Luis
García Montero,
Javier
Egea,
que nos dejó sin que acabara el siglo). Pues en ella, en Aurora
Luque,
ambas coinciden. Lo podríamos llamar culturalismo vitalista. Y la
palabra es capaz de aclarar los días turbio, vaya que si la aclara.
Y para esas tres vías el viaje. No olvidados el haiku:
El
caminante sube
La
acequia baja
El
álamo susurra un comentario
Aurora
Luque
pone ante nuestros ojos la presencia del mundo antiguo griego en su
percepción del presente, para enseñarnos a vivir entre el ahora y
el entonces, y así dialogar con la tradición y de este modo generar
nuevas alas para Ícaro. Una alas que están hechas de los mismo:
horas de placer, briznas vívidas de los asombros de la infancia, las
“palabras sacudidas por latidos” (dice en el haiku Poeta:
Como la hormiga / perforando los límites / de su hoja) y pagar
facturas de abismos; y vivir el instante. En su poema El
día
nos lo dice:
No
corras tras el día.
Si
no lo acosas puede
Que
se tienda sumiso
De
noche en tu regazo.
La
vida, en su plenitud, y construir nuevos laberintos. Nunca sin la
melodía de la palabra, que de la mano de Luis
Cernuda
reza una Plegaria
en la que su voz
suplica siempre / al dios que abra la puerta del acorde.
O en la Desolación
de la Sirena
que nos recuerda aquella Desolación
de la quimera
de Cernuda,
en el que las sirenas grecolatinas se enredan con el ruido atroz de
la muerte.
Cernuda,
al que ella llama maestro, que celebró con ella también la belleza
de lo griego.
Pero
no sigamos hablando de las sirenas como no lo haga ella, Aurora
Luque,
que están también en su poema Tango2,
y en Eau
de Parfum
y en otros muchos. Y por eso nos dice que ningún poema vino nunca a
ella sin música, y diríamos sin olas, sin las olas del mar que se
llevan las miserias.
Pero
la poesía de Aurora
Luque
es densidad poética. Frente al carpe
diem, carpe noctem,
que no es una antítesis, sino una amplificación. Es la estética de
la dilatación del presente, como ella lo dice en La
siesta de Epicuro.
Es llevar a sus últimas consecuencias el arte de vivir, o de morir,
o de escribir. Gozar el instante sin desaprovechar nada, desechando
viene a decirnos la ambición de eternidad o el mundo tal y como nos
constriñe.
Sí,
posiblemente esta literatura de Aurora
Luque
es la literatura del instante, llena de silencios, de ironías,
El
río Eros.
¿Cómo
podré cruzarlo?
¿Clases
de natación?
El
río Tánatos.
¿Cómo
vas a cruzarlo?
¿Traes
bastón?
y
de palabras, palabras como cuchillos, no cuchillos no, cuchillas, que
rasgan los velos del silencio poético. Y todo ellos junto. Nos dice
en algún lugar que por qué elegir entre la flauta y el órgano.
Sabiendo
que la palabra, los poemas, los gestos, la voz de Aurora
Luque
nos acompañarán en un instante eterno, nosotros decimos carpe
noctem,
Aurora
Luque.
Invitación a leer abrumadora, urgente, insoslayable. Gracias, César. Emilia Oliva
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