Empezamos nuestro viaje en un
barco cargado de tesoros que abandonaba Troya, la mítica ciudad asiática,
arrasada por los griegos con un simple caballo de madera. Así fue como el astuto
Ulises nos embaucó y nos llevó a conocer a los Lotófagos, a hacernos Nadie, a
esquivar a las sirenas, a bajar a los infiernos, a enfrentarnos con magas, monstruos
y remolinos. Luego el viaje nos llevó a conocer los sufrimientos del
ser humano, apaleado por el destino en un Edipo
Rey condenado a “matar a su padre, casarse con su madre y
traer una descendencia nefanda a la tierra” o en una Antígona que eligió morir antes que condenar a su hermano a un
castigo eterno. Eneas , en La Eneida, nos enseñó que no importa aparecer como un vencido, si no
es tu alma la que lleva la derrota, y así fundó un imperio.
Estos clásicos abonaron el
terreno para seguir leyendo y en la
siguiente estación nos alejamos de los
héroes y nos centramos en los
supervivientes: El amor en los tiempos
del cólera, Gabriela, clavo y canela, Nubosidad variable o Malena
es un nombre de tango es literatura escrita en nuestra lengua que habla de
lo cotidiano, de nuestras inseguridades, de nuestros fracasos, del tiempo que
fluye inexorable, de los amores perdidos y del alma hecha añicos.
Pero siempre ha habido espacio
para la risa y el disparate, en esto Eduardo Mendoza es un maestro en obras
como El laberinto de las aceitunas o
El misterio de la cripta embrujada.
También tuvimos tiempo para la historia novelada de la serie de Alexandrós de Manfredi o El muchacho persa de Mary Renault, o para
la novela policiaca, aunque tenga como escenario un monasterio medieval como en
El nombre de la rosa, de Umberto
Eco.
La poesía, el teatro, el ensayo, el cómic, la literatura infantil …. Este es el
viaje que iniciamos, en él todavía nos
hallamos disfrutando del placer de leer, y en el horizonte siempre Ítaca, sin ella no habríamos emprendido el camino.
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