Ebiblio Al-Qázeres

miércoles, 15 de mayo de 2019

RELATO GANADOR DEL CERTAMEN LITERARIO IES AL-QÁZERES 2018-19. 2º CICLO.



El corazón robado

A pesar de que parecía que no cabría una sola persona más, la gente no paraba de llegar. Las luces de los coches cegaban momentáneamente a aquellos que estuvieran conversando cerca de alguna ventana. Al parecer aquella era una gran fiesta, sin duda.
La casa se encontraba en medio del campo. Dicen las gentes que pertenecía a no sé qué familia rica, fundadora de no sé qué empresa. Y que hoy celebraban una fiesta por el aniversario de su fundación. Aunque aquello no se parecía a una fiesta de empresa. Había demasiada gente como para ser solo una fiesta de ese estilo.
La música era calmada, aunque casi inaudible por las decenas de conversaciones que plagaban toda la parte baja de la casa. Todos los invitados, o si no la mayoría, sostenían una copa de algún caro licor, algún caro champán o algún caro vino. Esa familia no escatimaba en gastos.
Un coche se paró justo delante de la puerta principal. Era negro, clásico, bastante elegante. Denotaba buen gusto por parte de su dueño. Una gran adquisición, sin lugar a duda. El mayordomo que se encontraba en la entrada corrió a abrir la puerta. Del automóvil bajó una mujer de verdosa e intensa mirada, envuelta en un traje que resaltaba ser bastante caro, como todo en aquellos extensos kilómetros cuadrados. Mientras, otra mujer de azulada y de, también, intensa mirada se acercaba a las escaleras situadas justo en frente de la puerta principal y conectaba la planta baja con la superior.
La mujer de caro traje entraba por la puerta serena e impasible. Miró hacia los lados, pero no encontró nada interesante. Alzó la vista y se encontró con una mirada que hizo arder su sangre. Se empequeñeció por un mero segundo ante aquellos ojos azules que la observaban desde la altura que las escaleras le brindaban.
Observó como ella se hundía entre la multitud al mismo tiempo que bajaba las escaleras. Se quedó allí, esperando por que apareciera. Solo recordaba aquel intenso azul que la hacia temblar internamente. Su pensamiento se vio interrumpido por una mujer rubia de tez blanca y otra vez estaban allí aquellos dos océanos, en los que no le hubiera importado ahogarse.
La mujer de cabellos rubios llevaba un vestido negro ceñido, que llamaba a gritos a la imaginación. La tomó de la mano y se la llevó a un ala de la planta baja. Su mano era suave, el apretón firme. Su toque le hacía arder por dentro.
La música en esa habitación había cambiado de ritmo, era más bailable. Así que bailaron. Sus cuerpos se movían al unísono, sincronizados. Se tocaban, se rozaban. Todo se volvía cálido. Calor. Fuego. Al final de la canción sus rostros quedaron tan cerca que notaban el aire sus respiraciones. Se miraron. No se dijeron nada, ni una palabra resbaló por ninguno de sus labios, estaban sobrevaloradas.
Esta vez fue la mujer de verdes ojos quien tomó su mano y la arrastró entre las multitudes hasta las escaleras por las que la rubia había bajado antes.Entre tantos juegos de besos, pequeñas luchas por tomar el control, jadeos, roces, pensaban que les resultaría imposible llegar a alguna habitación. Las llamas que recorrían sus cuerpos hacían que su cordura enloqueciera. Y su autocontrol era destruido por aquel fuego que las consumía.
Su casi ya inexistente paciencia les brindó una habitación de las decenas que habría en aquella mansión. Poco tardaron deshacerse de las prendas que obstaculizaban sus distintos objetivos. El vestido estaba fuera. La mujer de ojos azules se demoraba deliberadamente en los botones de la camisa mientras sonreía de manera pícara. Notó un pinchazo en su cuello, fue un dolor agudo. Alzó su mirada hasta encontrarse dos esmeraldas que reflejaban una mirada intensa que la sobrecogió y después... nada. Oscuridad.
La morena de ojos verdes la tendió en la cama y le quitó el sujetador, lo hizo a un lado. De un bolsillo de su chaqueta sacó un instrumento. Se acercó a la cama. Observo a aquella mujer. Se parecía a la descripción del personaje de la Bella Durmiente: cabello rubio, tez blanca, labios rosados. Resaltaba aquel pícaro lunar encima de su labio. Era muy hermosa. Se abalanzó sobre ella, quedando a horcajadas sobre su cintura, empuñando aquel instrumento el cual deslizó por su piel. Se hundió fácilmente y se deslizó con suma suavidad y delicadeza. Apartó piel y grasa, y ahí estaba su objetivo, escondido tras unos barrotes de calcio. Se maldijo. No tenía nada con que quebrarlos. Esto no estaba planeado.Pero no importaba.Tras mucho esfuerzo se deshizo de ellos. Un pequeño reguero carmesí manchaba ya las sábanas. Con los barrotes fuera solo le quedaba cortar los conductos. El reguero aumentó su caudal, fluía más rápido, rebosó. Pequeñas gotas iniciales, seguidas por una catarata mancharon el suelo de madera de nogal. La oscuridad de la habitación hacía que aquel líquido se mezclase con la madera. Le temblaban las manos, su mente era incapaz de procesar aquel éxtasis que
recorría su cuerpo. Creía que incluso podía haber alcanzado el clímax. El olor a sangre la excitaba. Jadeó. El líquido manchaba sus manos, sus brazos, manchó su camisa incluso.
Pero nada de aquello importaba. Estaba caliente, aún arrancado se esforzaba por latir, por bombear. Entre sus manos tenía el motor de la vida de la joven rubia de azulada y, también, intensa mirada.
MACARENA GALÁN
2º BACHILLERATO D

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