Hoy hemos podido disfrutar en nuestra Biblioteca de un Encuentro literario con el escritor extremeño José María Cumbreño, autor de títulos como Árbol sin sombra (2003), De los espacios cerrados (2006), Diccionario de dudas (2009), Límites y progresiones (2010), Genealogías (2011), Made in China (2013) y Contar (2016).
Acostumbrado a hablar a chavales y a escucharlos, José María Cumbreño se ha ganado desde el primer momento a nuestros alumnos, adentrándose en profundos terrenos de reflexión sobre la creación literaria y artística con un lenguaje directo, sencillo y natural, un lenguaje que ha llegado a nuestros alumnos. ¿Para qué sirve la Literatura? ¿Sobre qué escribe el escritor? ¿Cómo le llega la inspiración? Esta mañana hemos oído hablar de la importancia de hacer las cosas por el puro placer de hacerlas, de cómo el escritor vierte en sus textos su realidad más inmediata; también, del gran rendimiento expresivo que tienen las humildes enumeraciones para elaborar un poema o de que no es necesario contarlo todo, pues lo que se calla comunica tanto o más que lo que se dice. La búsqueda de una voz propia, de un estilo personal, el aprendizaje de los maestros que nos han precedido y, muy importante, nutrirse de las propias experiencias porque, como dice su poema titulado Ileso,
"Aunque acordarse de algo ya no duela,
del pasado nadie regresa
ileso".
Feliz y provechosa mañana la de este lunes.
Marzo de 2010. El complemento sentimental
En clase.
Analiza sintácticamente las siguientes
oraciones.
Según una alumna, en quiero a Alberto, a Alberto desempeña la función de complemento sentimental.
Los remos
Remar sin avanzar;
remar mientras se aprende
a ir arrojando al agua
más cosas cada vez.
La
temperatura de las palabras
Pienso en una palabra. A continuación,
la escribo.
Pienso luego en la misma palabra. Pero
esta vez me la callo.
El agua caliente sirve para unas cosas;
la fría, para otras.
El
hilo de Ariadna
Una vez que dio muerte a la bestia,
Teseo decidió cortar
aquel hilo.
Y no regresar.
Astillas
Me decías que las astillas había que
sacarlas enseguida, porque si no
se metían dentro del cuerpo, remontaban las
venas e iban directas al
corazón.
Una pinza.
La piel abriéndose.
Luego me dabas un beso en la yema del
dedo.
La tabla de multiplicar no explicaba que
tú no estarías siempre.
Hay mañanas en las que me levanto con un
dolor en el pecho.
Imagino que alguna, tantos años después,
ha llegado por fin a su destino.
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